Si para Juan Rulfo “ser es sonar”, entonces esta obra se sostiene sobre un problema ontológico y epistemológico fundamental: ¿qué es una cosa?, o más precisamente ¿qué creemos que una cosa es y cómo podemos reevaluar nuestra percepción de las cosas, para acercarnos a ellas de un modo más abierto?
Por las marcas de la cueva es una pieza basada exploración de las resonancias de un cajón de madera al ser excitado por los trazos de una lápiz sobre la partitura.
La partitura (arriba) cuenta con 7 distintos trazos, AMG, que pueden ser conectados de diversas maneras produciendo distintas secuencias. La superposición de diversas grabaciones del mismo cajón permite la formación de una textura basada en cánones tímbricos que corren a distintas velocidades, lo que produce un efecto sonoro sumamente inesperado. Ontológicamente se trata de la muestra de una parte mínima del ser (sonoro) del cajón, pues fácilmente observamos que muchos otros trazos habrían sido posibles. Pero ello, al menos, nos permite vislumbrar la amplitud del ser del cajón.
Por su parte, la obra ejecutada ofrece un doble registro cuyas partes son perfectamente análogas. Por un lado, el registro sonoro, la grabación en varias pistas de los trazos, por otro, el registro gráfico (abajo) que muestra exactamente la ejecución de los trazos.